Todos los coches decidieron pasar en el mismo momento, se ve
que a estas horas la gente anda como enloquecida. Es este el momento en el que
me doy cuenta que nunca lo miré a los ojos lo suficiente como para lograr
comprenderlo, pero esta vez en verdad me duele que sea tan sincero.
Sé que no soy un ser extraño, sin embargo la gente me ve
así. Y ahora que estoy sola en esta habitación, con los pies congelados y vacía
de esencias, pruebo estas pequeñas y dulces ciruelas que me recuerdan a la
frescura de su aroma y a su sangre helada corriendo por mi cuerpo.
Y así, una vez más, deseo volver al pasado. El pasado
pisado, el pasado que él ha olvidado, o no, no sé. El pasado que ya no va a
volver (o quién sabe) y mi sangre hierve otra vez.
Pero aún quedan esperanzas y mi mente calma y mi alma serena
se combinan en un perfecto estado de alivio. Alivio para ambos, alivio para
todos y espera... La espera que se disuelve entre acordes, palabras cruzadas,
miradas perdidas y huecos a llenar. Huecos a llenar... Huecos a llenar...
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